Datos biográficos
Hay vidas marcadas por sucesos brutales. La de Rosa González González —nacida el 29 de mayo de 1929 en Burió (Lamasón)— es una de ellas. Siendo niña vio cómo quemaron los santos de Santa Eulalia, en Burió; fue testigo de cómo enfermó su madre —María González González— de “melancolía” después de la detención de su padre —Ángel González Sánchez— por haber sido alcalde de su pueblo durante la República; conoció en primera persona las penurias de la posguerra y superó una terrible difteria, y también vio pasar en coche al doctor Antonio Vega Martínez —médico de Lamasón— rumbo a Piñeres, donde fue fusilado. Mucho ‘ver’ para una niña. Ya de adulta, tuvo que asistir a ver cómo buena parte de la poca vecindad de Burió con fincas en Árria fue encarcelada tras ser señalada como colaboradora de los guerrilleros antifranquistas, y cómo su propio marido, Antonio Fernández, fue acusado de auxiliar a los ‘enmontañados’ y para evitar las represalias debió emigrar a California, primero, y a Nueva York, después, hasta su jubilación.
Las pruebas fueron muchas, los hijos fueron dos y el trabajo fue la rutina. Rosa ha dedicado gran parte de su vida al trabajo en las fincas, cuidado del ganado, y la crianza de vacas tudancas en Sobrelapeña, vacas lecheras y la venta de jatos y vacas en mercados como el de Puentenansa. En sus escasos ratos libres, cosía ropa y confeccionaba sandalias con hierba de cerroncho. Desde 2018, cuando enviudó, Rosa se trasladó a vivir a Peñarrubia con su hija donde vive desde entonces. Retomó la artesanía de madera que aprendió de su padre por lo que convierte ramas y troncos de monte en cuencos, cucharas y bastones. Hoy puede encontrarse en los caminos de la zona, sentada a ras de suelo, navaja en mano, dando forma a la madera mientras contempla el paisaje abierto que la vio crecer.
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Equipo de realización
Entrevistadora: Zhenya Popova
Operador de cámara y montaje: Txatxe Saceda
