Datos biográficos
La historia de María Juana Gómez Gómez (Villaverde, 1943) podría contarse como la de tantas mujeres rurales de Cantabria: hijas del campo, criadas entre rezos y fogones, que aprendieron pronto a sostener la vida. Su infancia transcurrió entre Potes y Villaverde. En la villa pasó una temporada al cuidado de unos tíos, en la fonda de los Cayo —hoy Casa Cayo—, observando el trajín de los lunes de mercado, cuando todo se llenaba de animales, sacos y voces. Más tarde, con su familia, comprendió que la vida del valle se sostenía en el intercambio: el trabajo en la tierra, la fe que cada noche se afirmaba con el rosario junto al fuego, los trueques, el cuidado mutuo y sus estudios en la escuela de Ledantes.
Con doce años marchó a San Vicente de la Barquera: estudiaba con las monjas del Cristo Rey, aprendía costura y ayudaba en la fonda Liébana de su hermano. En 1961 ingresó como empleada en el Hospital Valdecilla, donde entre turnos y comedores se ocupaba también de visitar a los enfermos lebaniegos que no tenían familia. De aquel gesto de cuidado nació su encuentro con Manuel Ibáñez, su marido desde 1969, con quien compartiría un camino hecho de migraciones, crianza y emprendimiento.
María Juana no tuvo miedo a los cambios ni a los caminos nuevos: antes de casarse trabajó como niñera en Barcelona y en Santander; ya casados, se trasladaron a Mantel (Baviera, Alemania), en pleno auge industrial. Allí nació su segunda hija y se tejieron amistades con otros emigrantes, mientras sostenían a distancia los lazos con su tierra. En 1976 regresaron y se dedicaron a la hostelería en Torrelavega: primero con el bar California y después con el bar-churrería Traudy, epicentro de sociabilidad obrera en la ciudad “del dólar”. Entre mostradores, clientela y la Peña Liébana fundada por Manuel, crecieron sus tres hijos, sus nietos y, con los años, sus bisnietos.
La vida la puso a prueba en 1990, con la pérdida repentina de su marido en un accidente de tráfico. Tenía 47 años y sacó adelante el negocio con el apoyo de su familia hasta su jubilación. A los 82 años, entre el huerto, la familia, el yoga y algunas tardes de voluntariado en Cruz Roja, María Juana lo declara con una media sonrisa: “Cumplir años es mejor que no cumplirlos”. Y, como quien repasa una vida sin adornos, añade: “He sido feliz, salvo en las malas circunstancias. Y valoro lo que tengo, que no es poco”.
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Equipo de realización
Entrevistadora: Zhenya Popova
Operador de cámara y montaje: Txatxe Saceda