Datos biográficos
Manuela González González nació el 9 de agosto de 1934 en La Cabaña (San Vicente de la Barquera). Fue la primera nieta y la primogénita de siete hermanas y un hermano. Cariñosamente conocida como «Loli» o “Manolita”, forma parte de la familia del “Paragüero», un sobrenombre heredado de su abuelo materno, José. Cuando estalló la Guerra de España y ella tenía casi tres años, vivió el exilio forzado a bordo del barco de pesca de su abuelo. Junto a muchas otras familias del pueblo, navegó desde el puerto hacia Francia y desembarcó en Arcachón. Sin embargo, debido a la falta de una política de acogida por las autoridades francesas, su familia se vio obligada a regresar a España.
Llegaron a Ripoll (Cataluña), donde el ayuntamiento había constituido un Comité Comarcal de Ayuda a los Refugiados, y allí permanecieron unos dos años, conviviendo en condiciones difíciles y compartiendo espacios improvisados en una nave con más de un centenar de familias desplazadas de distintas comunidades. Recuerda los aterradores ruidos de la aviación y las sirenas de alarma en Ripoll. Durante la Guerra de España, la familia de Loli enfrentó momentos muy duros: su tía Oliva, defensora de los derechos de los obreros y parte de la Unión General de Trabajadores (UGT), huyó a Francia sin retorno. Además, su padre Pedro y su tío fueron apresados en batalla y enviados a Gandía y a un campo de concentración en Valencia por motivos ideológicos. Ante esta situación, y con la mediación de su tía paterna, Paz, Loli, su madre y su hermana abandonaron su tierra natal, emprendiendo el largo viaje del éxodo a Francia, atravesando los nevados Pirineos en febrero de 1939.
Encontraron refugio en Oyonnax, una pequeña localidad en Francia, donde la familia se estableció en una gran plaza cerca de una fábrica de la floreciente industria de materiales plásticos. Aunque las condiciones eran duras, la madre de Loli trabajaba cosiendo ilegalmente y su tía en la lavandería del hotel, y la ayuda de la comunidad y las autoridades locales les permitió mantenerse bien cuidadas. Allí residieron casi una década, enfrentando el impacto del exilio y la Segunda Guerra Mundial, en un contexto de conflictos políticos y manifestaciones, como el desfile de guerrilleros en noviembre de 1943. Loli asistió a la escuela primaria, hizo amistades, aprendió el idioma y participó en la comunidad española exiliada, que, a pesar de la tristeza y la añoranza, mantenía viva la cultura con canciones y danzas.
En 1945, la familia pudo regresar a España para reunirse con Pedro, su padre, a quien, a pesar de su salud deteriorada, el régimen dictatorial obligó a trabajar durante tres años como cocinero en el túnel de la Engaña, en Vega de Pas. A sus diez años, Loli enfrentó una transición difícil: la vida en su tierra natal, bajo la dictadura, era muy distinta a la que habían conocido en Francia. Tuvo que adaptarse a unas costumbres y una vida “con menos comodidades”. Inicialmente, vivieron con su abuela Cecilia en La Huerta, quien, con dos hijos encarcelados, se ganaba la vida vendiendo pescado en las aldeas cercanas. Su madre trabajaba en fábricas, su padre era marinero de máquinas y Loli y sus hermanas participaban en las labores del hogar, además de cultivar un pequeño terreno del Ayuntamiento en Villegas, repartir pan por los bares, recoger leche en Prellezo o buscar carbón en las vías o leña en la playa, entre otras tareas. “Aunque estaba adelantada en los estudios” continuó su formación en el colegio nacional, y también asistió a clases particulares de don Amador. A los 14 años, Loli se unió a las danzas de la Sección Femenina, llegando a participar en eventos oficiales y concursos. Y a los 16 años asistió al colegio Hijas de Cristo Rey para mejorar su formación.
En 1955, con 21 años, se casó con Manuel González Rodríguez en la capilla de La Virgen de la Barquera. Juntos tuvieron dos hijas y dos hijos entre 1956 y 1968.
Loli afirma que “ha hecho de todo” incluso trabajó como lavandera durante tres temporadas de verano para una familia madrileña en San Vicente. Desde joven, aprendió el oficio de redera, pero los bajos salarios y la necesidad de contribuir al sustento familiar la llevaron a buscar trabajos mejor remunerados en fábricas de pescado. Su primer trabajo, con apenas 13 años, fue el de descabezar pescado en la fábrica de conservas García y Liñero, donde su tía Josefina González era encargada. Desde 1956, enfrentó intensos períodos de trabajo durante la costera del bonito y también en Conservas Ortíz S.A., donde empacaba por las tardes hasta que tuvo a su tercer hijo. Compaginó la maternidad y las responsabilidades domésticas con su trabajo en las fábricas. La situación económica familiar mejoró cuando Manuel comenzó a trabajar en la navegación marítima como marino mercante, especializado en máquinas y ocupando el cargo de segundo oficial.
Su marido se jubiló en 1983 como segundo oficial de máquinas en el barco petrolero Benedict. Desde entonces, vivieron tranquilos y participando activamente en la Coral Barquera, una afición que les permitió cantar y viajar a diversos lugares, incluyendo Francia. También estuvieron involucrados en la comisión de fiestas de La Folía y el Mozucu. En 1989, sufrió la pérdida de su marido tras un accidente. Ahora, a sus noventa años, se siente «feliz» y valora su «gran familia», es abuela de siete nietos y nietas, y bisabuela de cuatro.
Equipo de realización
Entrevistadora: Zhenya Popova
Operador de Cámara y montaje: Txatxe Saceda