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Datos biográficos
Fecha de nacimiento: 15/10/1941
Nacionalidad: Española
Comarca de residencia: Asón-Agüera
Fecha de la entrevista: 16/12/2024

Amador Fernández Ruiz nació el 15 de octubre de 1941 en un pequeño barrio llamado El Campo, perteneciente a Villaverde de Trucíos (actual Valle de Villaverde). Su madre, Serafina, era oriunda de Carranza, y se trasladó a la comarca para servir en casas de familias prominentes de Agüera, como los Nazabal. Su padre, Severino, nació en el barrio villaverdano de Los Hoyos y se dedicó al cuidado de la ganadería desde temprana edad. El estallido de la Guerra sacudió sus vidas. Serafina arriesgó la suya para ocultar el ganado en casillas y montañas, protegiendo el sustento familiar frente a los bombardeos de la aviación sublevada y las requisas de los comités del Frente Popular. Severino combatió en las filas del Ejército republicano del Frente Norte y el miedo a la represión posbélica le llevó a inculcar en sus dos hijos y tres hijas la necesidad de mantener un prudente alejamiento de las tensiones políticas.

Amador creció en un entorno basado en la ganadería y la agricultura de subsistencia. Su familia complementaba la cría de ovejas con un ganado vacuno mixto, vendiendo carne en ferias locales y leche a familias. Además, generaban ingresos adicionales con la venta de excedentes de patatas transportadas por los lecheros a Bilbao.

En este contexto, su infancia estuvo presidida por la rutina diaria de las labores en el campo, que los niños aprendían desde bien pequeños, y que les dejaba escasos momentos de esparcimiento. Amador recuerda los largos trayectos, de 10 km al día, que tuvo que recorrer para asistir a la escuela del barrio de La Matanza, donde un único maestro impartía clase a unos treinta alumnos entre los 6 y los 16 años. Tras acudir un año a esa escuela, continuó su formación durante dos años más en las clases particulares impartidas en Trucíos por Antonio Guisasola, el secretario del ayuntamiento. A partir de los 12 años, se dedicó a ayudar a su familia en las faenas domésticas y agroganaderas.

Las otras vivencias que marcaron su niñez y adolescencia, fueron las fiestas tradicionales de su pueblo. A sus recuerdos de los toros, el baile y el asado de la fiesta patronal, se suma la memoria de las meriendas de pan y chocolate costeadas por la familia Mendirichaga, dádivas que los chavales recibían como si se tratara de la llegada de los Reyes Magos.

A los 21 años, el servicio militar obligatorio fue para el villaverdano su primera experiencia significativa fuera del entorno familiar. Durante su servicio militar en Gran Canaria, pasó 15 meses bajo una estricta disciplina castrense. Además, trabajó durante tres meses en el destacamento de automóviles. Tras esa experiencia, emprendió su larga trayectoria como profesional del transporte, un oficio que le permitió recorrer toda la geografía española y ser testigo de las profundas transformaciones laborales, tecnológicas, socioeconómicas y políticas experimentadas por la España del tardofranquismo y la Transición. A los 23 años, comenzó a trabajar para Ramón Sierra en el transporte de ganado a ferias locales. Alrededor de los 25 años, adquirió su propio camión e intentó  durante dos años establecerse por cuenta propia, realizando rutas entre Vizcaya y Asturias. Sin embargo, la competencia con las grandes compañías del sector hizo inviable su continuidad. De ahí que pasara a trabajar para la empresa valenciana Transportes Martín, con la que recorrió toda la geografía peninsular. Tras ocho años de trayectos extenuantes, consiguió un empleo en Transportes Ezquerra Mazo que le permitía realizar rutas más cortas o, al menos, volver los fines de semana a casa cuando tenía que desplazarse a Francia o Portugal. En este nuevo empleo estuvo 25 años.

A los 40 años, tras cinco años de noviazgo, se casó con Natividad en el Santuario de la Bien Aparecida. De su matrimonio, entre 1968 y 1984, nacieron una hija y un hijo, quienes les han dado la alegría de ser abuelos de tres nietas.

A los 63 años decidió retirarse. La jubilación marcó un cambio en la vida de Amador, quien, al terminar su carrera profesional, encontró en dos nuevas ocupaciones: el cuidado de su ganado, primero de las cinco vacas que conservó, luego, de la docena de ovejas por las cuales las sustituyó; y el fomento del asociacionismo como vía para revitalizar una vida comunitaria cada vez más debilitada por el creciente individualismo y la reducción de los servicios públicos en las áreas rurales en riesgo de despoblación. Desde hace 18 años, Amador desempeña el cargo de vocal de la Asociación El Pilar Cántabro de Villaverde. A día de hoy, mantiene su compromiso con esta labor, además de cooperar con otras iniciativas, como UNATE, la Universidad Permanente.

A sus 83 años (2024), Amador sigue alimentando su arraigo en su comarca natal y vive en la casa que compró su abuelo y que su padre adquirió en 1928. Desde allí, contempla el camino recorrido con la serenidad nacida de las enseñanzas que la vida le ha ido revelando “sobre la marcha” y con la “satisfacción” de haber sido testigo de los cambios que han favorecido a las generaciones que le han sucedido. 

Equipo de realización

Entrevistadora: Zhenya Popova
Operador de Cámara y montaje: Txatxe Saceda