Datos biográficos
“Villaverdana a tope. Siempre por y para Villaverde”: así se define Isabel Elosua Palacio, y así lo atestigua su dedicación entusiasta a la revitalización del enclave cántabro en el País Vasco, donde nació a finales de 1949. Las raíces villaverdanas de Isabel se remontan a su abuelo Miguel, guipuzcoano de origen, cuyo trabajo en la construcción del ferrocarril Bilbao-Santander le hizo instalarse en Villaverde de Trucíos, donde se casó con una lugareña llamada Isabel.
Hija de un constructor y de una madre oriunda de Arcentales dedicada al hogar y al cuidado del ganado doméstico, Isabel creció rodeada de familia: sus padres, su hermano Miguel y los abuelos paternos, con quienes convivió hasta su fallecimiento.
Aunque recuerda que “quería tener ovejas como su amiga Sita”, ella disfrutó de una infancia sencilla y feliz: juegos en pandilla, meriendas de pan con chocolate y, hasta los 14 años, clases en la escuela de La Matanza —construida por la familia Hernández Mendirichaga y hoy convertida en el Centro Etnográfico, donde ejerce ocasionalmente como guía junto a su marido—.
Tras obtener el Graduado, cumplió con el Servicio Social obligatorio del franquismo, llegando a entregar la tradicional canastilla en Santander. Se formó además en contabilidad y francés.
A los 18 años, guiada por su pasión por la peluquería, estudió en la histórica Academia Armengol de Bilbao —referente en la enseñanza de Peluquería y Estética desde 1962—. Con el certificado profesional en mano, abrió su propio salón en Villaverde, donde trabajó como autónoma durante siete años.
Se casó, “como casi todas”, tras numerosos bailes de domingo en el salón junto a la iglesia, y en 1977 dio el ‘sí quiero’ a José Ignacio Aguirre Zabala. Poco después, el trabajo de ingeniero de su marido la llevó al cercano municipio vizcaíno de Zalla, donde, desde 1979, se volcó en la crianza de su hijo Íñigo.
Nunca perdió su fuerte arraigo con su pueblo, al que regresaba cada fin de semana y durante los veranos, y donde se reinstaló en 2007 para cuidar de su madre, durante su enfermedad y hasta su fallecimiento dos años más tarde.
Su regreso definitivo fue una auténtica inyección de vitalidad para su localidad natal. Isabel se convirtió en una figura clave dentro de un esfuerzo colectivo que logró rescatar tradiciones en peligro de desaparecer, como la Fiesta de la Hoya, con sus hoyas carboneras —recuperadas en el año 2000 por la Asociación Cultural Tejea, que presidió durante más de dos décadas, y declaradas Bien de Interés Turístico Regional en 2003—. También contribuyó a revitalizar la Fiesta de Nuestra Señora del Pilar, junto con su participación durante cinco años en la comisión de fiestas, implicándose especialmente en la preparación de las tradicionales ollas ferroviarias (“putxeras”) del 12 de octubre, Día del Pilar. Pero todo comenzó con el impulso por enriquecer el acervo festivo de Villaverde mediante nuevas celebraciones, como los carnavales, la concurrida Cabalgata —que organiza desde hace casi treinta años— y el emotivo Belén Viviente, galardonado por la Asociación de Belenistas de Bilbao.
Desde 1993, la labor de Isabel también ha sido —y aún es — de vital importancia para la preservación de las celebraciones litúrgicas en la iglesia de Villaverde. Con gran dedicación, Isabel cuida el templo, gestiona los registros, colectas, flores y eventos, dinamiza la iglesia a través de exposiciones y apoya al cura, incluso en las visitas a las personas enfermas de la comunidad. En 2017, gracias a la colecta comunitaria que impulsó, se rehabilitó el interior de la iglesia, lugar en el que vivió momentos clave de su vida: allí celebró el bautizo y la comunión, se confirmó, se casó y, como ella misma dice entre risas, espera que también sea el sitio donde se celebre su funeral.
A sus 75 años, y tras 32 “tirando de la iglesia”, Isabel conserva el entusiasmo por su quehacer preservador. No sólo porque “no hay nadie que venga detrás”, tampoco porque sea una persona de “rezar y rezar”, sino porque, para ella, “es como una segunda casa”. Y ese “ese sentir” la mueve a “querer tener algo en el pueblo”.
Equipo de realización
Entrevistadora: Zhenya Popova
Operador de Cámara y montaje: Txatxe Saceda