En un día de lluvia, cuando el cielo se nubla y el aire se vuelve frío, la tentación de quedarse en casa, bajo la calidez de una manta, es casi irresistible. Sin embargo, algo más fuerte que el deseo de comodidad nos impulsó, la tarde del viernes 14 de marzo, a caminar bajo el paraguas, atravesando las calles hasta la Casa Municipal de Cultura de Revilla de Camargo.
Más de 130 personas nos reunimos allí en torno a Enrique Herbosa Casal, quien, a sus 93 años, no solo era narrador, sino también testigo de su propia historia. A través de sus palabras, nos revelaba la fortaleza de quien ha sabido adaptarse a la fugacidad del tiempo, a esa vida que transcurre en un suspiro y, sin embargo, deja huella.
Frente a una gran pantalla, viajamos con él a través de las páginas de su memoria, recorriendo aquellos años de la Guerra de España, que describe como «la guerra de las envidias». Recuerda con nitidez la llegada de las tropas italianas y los regulares marroquíes, los aviones que rasgaban el cielo y los refugios del Carmen o del Mazo, donde los vecinos se resguardaban de las bombas. También las persecuciones que sufrieron: algunos fueron encarcelados, otros fusilados o forzados a huir; los ecos de una guerra que aún resuenan en cada rincón de su memoria.
Revilla de Camargo, su hogar, fue y sigue siendo su refugio. Desde su niñez, en las aulas de la escuela fundada por el conde de Revilla, hasta sus travesuras jugando a «asaltar las huertas» con sus amigos, Enrique forjó una personalidad que sigue sorprendiendo a quienes lo escuchan. Su juventud transcurrió entre el deporte, la vida comunitaria y la devoción religiosa, convirtiéndolo en una figura esencial en el tejido social de Revilla. Participó en el coro, en las festividades en honor a la Virgen del Carmen y en el Unión Club de Astillero, donde incluso representó a Santander en competiciones nacionales.
En 1974, su compromiso con la comunidad lo llevó a ser uno de los fundadores del Club Deportivo Revilla. Su vida también estuvo marcada por su dedicación a Productos Dolomíticos, donde comenzó a los 17 años y permaneció hasta su retiro en 1993.
Tras la proyección del vídeo, la emoción era palpable en los ojos de Enrique, como si, en ese breve instante, todos los recuerdos de su vida se entrelazaran. Como gesto de agradecimiento, le obsequiaron con la música interpretada por Toño Rivas y un retrato que lleva la inscripción «Memoria viva de Revilla»; un reconocimiento al revillano cuya memoria se ha convertido en la llave para conocer y preservar la historia de su pueblo natal. Óscar Lavín, párroco de Revilla, quien sigue contando con su apoyo en la labor administrativa, resaltó que, en su historia,“el bien siempre prevalece sobre el mal”.
Este encuentro no habría sido posible sin el esfuerzo de la Asociación Cultural El Carmen y la Junta Vecinal de Revilla de Camargo, lideradas por la alcaldesa pedánea, Raquel Cuerno; la presidenta de la asociación, Andrea Sierra; Alberto Valderrama, y muchas otras manos que, con pequeños gestos, lo hicieron realidad.
En ese salón, durante el encuentro Memoria Viva de Revilla de Camargo, la historia de Enrique cobró vida a través de la grabación recogida por Legado Cantabria, ante una gran familia unida por décadas de convivencia. Las palabras de Enrique no fueron solo un repaso de su vida, sino una profunda reflexión sobre lo que significa vivir, sobre lo que permanece cuando todo lo demás se disuelve. Su historia, como quedó claro esa tarde, nunca ha sido una narrativa aislada; sigue tejiéndose, como una obra compartida, en comunidad.
Texto: Zhenya Popova.
Fecha: 14 marzo de 2025
