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Biografía

Historia de vida de Juan González Quijano

Juan González Quijano nació en Santander el 18 de diciembre de 1942, en un contexto sociopolítico marcado por la posguerra y el régimen franquista. Su primera infancia estuvo atravesada por la pérdida: su madre, Rosario  Santos de Lamadrid, falleció cuando Juan apenas tenía un año y medio. Fue criado por Juan González-Quijano Gutiérrez su padre —abogado de formación y funcionario en la Diputación Provincial de Santander— con el apoyo de tías maternas solteras que asumieron un papel fundamental en su cuidado.

Juan fue el único de sus hermanos con sordera profunda desde nacimiento, aunque comenta que todos ellos vivían con alguna forma de diversidad funcional. A los cuatro años, en 1947, fue trasladado a Madrid para ingresar como alumno interno en el Colegio de la Purísima para Niños Sordos, regido por la Congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras del Sagrado Corazón, institución fundada en 1871 para la atención y educación de personas sordas.

Su escolarización se enmarcó en el modelo educativo oralista imperante durante el franquismo, que prohibía el uso de la lengua de signos y promovía el aprendizaje de la lengua oral mediante métodos forzados (lectura labial, vocalización con correcciones físicas, etcétera). A pesar de este enfoque restrictivo, Juan aprendió lengua de signos en los patios y espacios informales del colegio, a través del contacto espontáneo con otros alumnos sordos. Esa adquisición natural y no institucionalizada del lenguaje signado marcaría su vida: “Sin lengua de signos, me habría pegado un tiro”, afirmará décadas después.

Finalizada su etapa escolar, en 1956, regresó a Santander. Con apenas 16 años, y gracias a la mediación de su padre, inició un período de prácticas en el Banco Santander. Durante 18 meses y sin remuneración fue formándose en tareas administrativas hasta lograr un puesto laboral estable. Juan se adaptó gracias al apoyo de sus compañeros y compañeras, así como a la firme orientación de su padre, a quien describe como “un santo” que, además, le proporcionaba formación en casa, enseñándole aspectos relacionados con el trabajo bancario. Tras ser contratado, se convirtió en uno de los primeros trabajadores sordos integrados en una entidad bancaria nacional. Durante 40 años —de 1959 a 1999— trabajó en varias oficinas del banco, incluida la central de Santander, desarrollando tareas administrativas y de gestión documental.

Desde comienzos de la década de 1960, Juan comenzó a vincularse activamente con el movimiento asociativo de personas sordas en Cantabria. Su implicación fue creciente, y llegó a ejercer como presidente de la Asociación de Personas Sordas de Laredo (ASORLA) durante cuatro años, así como presidente de la Asociación de Personas Sordas de Torrelavega (ASOBE) también durante cuatro años. Ambas experiencias las recuerda como positivas y enriquecedoras, marcadas por la organización de actividades culturales, excursiones, participación de personas oyentes interesadas en la lengua de signos, y por la defensa activa del papel de las asociaciones como espacios fundamentales para la comunidad sorda. Asimismo, se presentó como candidato a la presidencia de la Asociación de Personas Sordas de Santander, aunque no resultó elegido.

Juan ha vivido de primera mano la transformación de los derechos lingüísticos de las personas sordas en España. Aunque hoy la lengua de signos española y catalana están reconocidas legalmente gracias a la Ley 27/2007, aún persisten mitos y prohibiciones que dificultan la plena inclusión de la comunidad sorda. En nuestra conversación, Juan nos habló de las barreras cotidianas que enfrentan, así como de las adaptaciones necesarias para garantizar su participación plena en la sociedad. Su experiencia refleja tanto los avances conseguidos como los retos que permanecen.

En sus propias palabras, la lengua de signos ha sido su “salvación” y “la base de todo”. A día de hoy, Juan sigue reivindicando el papel de la lengua de signos no solo como medio de comunicación, sino como expresión de una identidad cultural y comunitaria. Apuesta por su introducción en el sistema educativo general, la presencia permanente de intérpretes en los hospitales, y una mayor formación en accesibilidad comunicativa entre los profesionales de servicios públicos.

En el plano personal, Juan contrajo matrimonio con Alicia Trueba Ruiz —también sorda— en 1972, y compartieron más de cincuenta años de vida juntos hasta que Alicia falleció en 2024. En noviembre de 1973 tuvieron un hijo, Juan Manuel González-Quijano Trueba, que también es sordo, y vivieron en Santander. Durante dos décadas, Juan acompañó con dedicación a Alicia durante su enfermedad, enfrentando con paciencia y amor las barreras que surgían por la falta de intérpretes en el sistema sanitario.

La biografía de Juan González Quijano es esencial para comprender la historia reciente de las personas sordas en Cantabria y España, reflejando un camino entre el silencio impuesto y la afirmación lingüística y cultural, así como entre la exclusión estructural y la participación comunitaria. A sus 83 años, se siente joven y reconoce que la vida le ha tratado bien; al hacer balance, se muestra satisfecho con lo que ha logrado.